lunes, 16 de marzo de 2009

DISCURSO RAÚL DÍAZ DEL CASTILLO G.

En nombre de mi madre y hermanos, nueras, yernos, nietos, bisnietos, hermanos, cuñados y demás familiares de papá, quiero agradecer a la doctora Lidia Inés Muñoz Cordero y por su intermedio a los demás honorables miembros de la Academia Nariñense de Historia por este sentido homenaje realizado en honor de la vida y obra de mi padre.

Solicito a ustedes su aquiescencia para esbozar de una manera muy corta y sencilla su perfil, intentar describirlo como persona y manifestar mis sentimientos hacia ese ser a quien amé, respeté y admiré profundamente y que tuve el privilegio de ser su hijo.
Fueron muchos los campos en los cuales mi padre incursionó, dejando en todos ellos esa huella inconfundible que lo caracterizaría, logrando así perpetuar su imagen en la memoria de todos aquellos que lo conocieron, que fueron sus amigos o simplemente trabajaron con él, ya sea en cargos públicos o privados, a nivel empresarial, en el ámbito cultural y académico o en emprendimientos particulares.

Desde muy joven, cursando sus estudios en el Colegio San Francisco Javier, se destacó por su brillante inteligencia y dedicación, por su inclinación para participar en todo lo relacionado con la cultura y el arte, la poesía, el teatro, y demostrando desde esta temprana edad su interés por temas relacionados con nuestra historia, pero sin descuidar el complemento necesario para una mente sana, el deporte, que siempre practicó y lo apasionó.

Posteriormente, como profesional, compartió su conocimiento desde la cátedra y se preocupó por participar y ahondar en la investigación y estudio en campos tan disímiles como el derecho y la economía, financieros y empresariales, industriales, históricos y culturales, periodísticos, agrícolas y ganaderos, sociales y religiosos, en fin, con el único objetivo de buscar el bienestar, desarrollo y progreso de su tierra, de su Departamento y de sus gentes, a quienes amo profundamente.

Con esta misma finalidad incursionó en la política hasta tanto se percató con tristeza de la incompatibilidad entre sus principios y la degradación existente en su práctica.

Pero su gran pasión, hasta el punto de ocupar sus mejores años, fue escribir la historia. Lector infatigable. Con incansable dedicación, se preocupó siempre en profundizar en la investigación minuciosa de cada tema que estudiaba para poder consignar en sus libros, con seguridad y acierto, la verdad de los hechos.

En muchas ocasiones afirmó sobre la gran responsabilidad que le reviste a quien se dedique a escribir la historia o a narrar el acontecer de un pueblo. Insistía en la absoluta necesidad de que el historiador se caracterice por su veracidad y honestidad al escribir, logrando despojarse de todo interés personal, político o de simple simpatía o apatía por un personaje o lugar, que le permitiese dejar consignado para la posteridad con la mayor fidelidad la historia.

Sus escritos confirman su teoría. Dotado de envidiable pluma, pocos hombres tan celosos como él en buscar el reconocimiento a nivel nacional de la valerosa y ejemplarizante historia de su pueblo y de la valía de sus hombres, con tan hondo significado en el desarrollo nacional, pero a la vez y paradójicamente, tan denodadamente olvidado por los gobernantes a través de los años.
Siempre lo alentó el devenir de mejores y más justos días para su gente.

Sirvió a su tierra con desinterés y ajeno a esperar por sus logros reconocimiento alguno. Siempre lo asistió en todas sus actuaciones la nobleza de su alma, el desprendimiento por todo lo intrascendente de la vida, su desconocida modestia y sencillez de vida y su humildad ante las distinciones, reconocimientos o halagos humanos. Generoso y considerado con todo aquel que necesitara su ayuda.

Romántico, tierno y cariñoso pero a la vez férreo de carácter. De igual manera, con ternura y amor podía sostener entre las suyas las pequeñas y frágiles manos de un bebé, como apretar su puño con decisión ante quien tratara de vulnerar sus derechos.

Siempre lo distinguió su caballerosidad y don de gentes. Respetuoso del pensamiento ajeno, con pundonor reconoció al contradictor poseedor de válidos argumentos.

Nunca desmayó ante la adversidad y las dificultades que le presentó la vida. Afrontó con dignidad y honor las tribulaciones que lo afligieron, ofreciéndolas siempre a Dios, logrando así, como el fuego al crisol, que ennoblecieran su alma.

Fue íntegro e invulnerable a sus principios morales y éticos. Intolerable ante la deshonestidad. Sensible a la injusticia sin importar su origen o quien la padeciera. Sincero y fiel a sus verdaderos amigos. Prefería perdonar la ofensa a guardar un rencor que corroyera su alma.

Pero sobre todo se destacó por su inquebrantable fe, proclamando sin miramientos ni respeto humano su temor a Dios. Católico, creyente y piadoso. Su pensamiento y su credo lo dejó consignado como testimonio de fe en muchos apartes de sus libros sobre temas religiosos. Nunca declinó su infinito amor a Dios como razón y sentido de vida, principio que hoy, con seguridad absoluta, habrá trascendido con su alma en el mas allá.

Podría continuar hablando indefinidamente de él sin lograr tal vez definir sus verdaderos valores. Mucho tendría que decir del hijo, esposo, padre, hermano o del abuelo ejemplar que fue; no podía ser inferior al ejemplo y a las enseñanzas recibidas de sus padres y abuelos.

Como no es mi intención alargarme en lo que pretendí fuera un simple agradecimiento a la demostración de afecto y generosidad de la Academia Nariñense de Historia hacia él, solo me resta manifestarles, sin merecimiento a la presunción, que su legado es demasiado grande para nosotros sus hijos y el reto por perpetuarlo sobrepasa los límites normales. Pero no desfalleceremos en seguir su ejemplo, lograr honrar su nombre y luchar en el tiempo para no ser inferiores a su testimonio de vida como justo y merecido homenaje a su memoria.

Que Dios me perdone por sentir este sano orgullo por él; que nos conceda el consuelo para aceptar con resignación Cristiana el hecho de no tenerlo entre nosotros; que nos proporcione la fortaleza para seguir su ejemplo y nunca desviarnos del camino correcto; que le permita desde el cielo velar por el bienestar de todos nuestros hogares y seres queridos que dejó aquí en la tierra y que por su infinita misericordia lo tenga en su gloria y le permita gozar eternamente de su presencia.

2 comentarios:

  1. Buenas tardes soy Cris Rojas Antropologo y quisera pedirle si me puede ayudar con una información genealógica importante que encontré en las colecciones de su abuelo 0041764176557 soy Antropologo le. Escribo desde suiz a

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