lunes, 16 de marzo de 2009

PALABRAS SOBRE EMILIANO...



DISCURSO DE EDUARDO ZUÑIGA ERAZO
EX GOBERNADOR DE NARIÑO

EN HOMENAJE IN MEMORIAM DE LA ACADEMIA NARIÑENSE DE HISTORIA
Eduardo Zuñiga E.



Emiliano Díaz del Castillo Zarama

Durante mi formación académica la vida me deparó dos sorpresas muy grandes y muy importantes, tanto que quedaron gravadas en mi memoria como recuerdos gratos. La primera me sucedió en Bogotá cuando aún era estudiante en la Universidad Nacional. Un día cualquiera me encontraba en la biblioteca del Instituto Colombiano de Antropología leyendo un escrito del maestro Sergio Elías Ortiz. De él conocía, entre otros textos, Las comunidades indígenas de Jamondino y Males, publicado en 1935. En el Instituto tenía entre mis manos una obra de lingüística aborigen en una edición bastante vieja, de papel amarillento, con manchas de hongos, propias de los textos antiguos; tal vez por eso tenía, erróneamente, la certeza de que su autor no vivía, que había muerto. Cuando hacía esas cavilaciones entró un mensajero y anunció: correspondencia para el doctor Sergio Elías Ortiz. Me quedé estupefacto. Luego, con aparente tranquilidad, le pregunté a la secretaria cuál era la oficina del Maestro. De inmediato me dirigí a su cubículo para tener el gusto y el honor de conocer a un hombre de tanta valía intelectual. Conversamos largamente. Hablamos de su trabajo y de la polémica que había sostenido con Antonio García, reconocido economista de izquierda, después de la publicación de la monografía antes mencionada. De él admiré siempre no sólo la buena escritura, la calidad y magia de su pluma, sino el equilibrio y la ecuanimidad en el análisis histórico. Por ser él de filiación y convicción conservadora, uno pudiera pensar, como suele suceder muchas veces, que sus reflexiones estuviesen sesgadas por esa lupa ideológica. Nada más equivocado. Por encima de su visión personal estaba la objetividad del investigador en el análisis científico de los hechos históricos. Esa fue mi primera y última entrevista con el Maestro Sergio Elías Ortiz pues, al poco tiempo, sobrevino su muerte.

La segunda gran sorpresa me sucedió en la hacienda de Bomboná cuando yo ya era profesor de la Universidad de Nariño y militante dogmático de izquierda. En esa época hacía excursiones periódicas a Consacá a explicar a los estudiantes el tema de la guerra de independencia y su significación posterior para el desarrollo de nuestra región. El recorrido incluía Cariaco, lugar donde se libró la más cruenta batalla del periodo independentista y, por supuesto, la casa que sirvió de cuartel, o mejor, de hospital al Libertador Simón Bolívar. Me refiero a la vieja casona que, en el siglo XIX fue de don Tomás de Santacruz adalid de los realistas pastusos. Se trata, como todos sabemos, de un importante monumento histórico nacional que hoy, por desidia oficial, está a punto de colapsar.

En ese entonces, desde mi posición izquierdista, miraba con prejuicio a quienes considerábamos burgueses o terratenientes. De esa visión maniquea no se escapaba el doctor Emiliano, proveniente de una de las familias más aristocráticas de Nariño, líder activo de su partido, el Conservador, ex rector de la Universidad de Nariño, ex alcalde del municipio de Pasto y que, por elección popular, había sido elegido concejal de Pasto, diputado de la Asamblea Departamental, representante a la Cámara y Senador de la República. Por esto lo imaginaba distante de todo lo que yo creía desde mi particular punto de vista político. Claro que había tenido la fortuna de leer algunos de sus escritos. Recuerdo de manera especial una de sus obras sustanciales Economía del Departamento de Nariño, texto del que tanto aprendí y cité ya en el aula de clase ya en mis propios escritos.

Desde mi postura ortodoxa jamás estuvo en mis planes acercarme al doctor Emiliano. Creía, de forma estereotipada, que a él, sin duda, le sucedería lo mismo que a mí. En mis visitas a la casa de Bomboná jamás traspasé el umbral, con la benevolencia del mayordomo, el recorrido se quedaba en los espacios exteriores. Siempre tenía la certeza de no toparme con sus propietarios pues, como decíamos en la jerga de ese entonces, eran ausentistas. Sin embargo, una tarde de abril, creo que de 1978, cuando llegué a la estancia me llevé una sorpresa mayúscula que, al instante, me llenó de incertidumbre. No sabía si seguir o retroceder, me sentía un intruso, pues allí estaban descansando sus propietarios, don Emiliano Díaz del Castillo y su distinguidísima esposa doña Mimí Guerrero.

Hasta ese momento, en mi vida había cruzado palabra con el doctor Emiliano. El desconcierto aumentó cuando, con una amabilidad desbordante fui recibido por sus ilustres dueños. Me invitaron a pasar, a conocer la casa por dentro. La recorrimos con parsimonia y entre las explicaciones de cada rincón y el aroma propio del ayer que exhalaba su interior, me sentía flotar en un pasado de gloria detenido en el tiempo, que se resistía a perecer.
Luego fui obsequiado con los manjares que el sitio y la hora obligaban: café selecto de la hacienda, nata fresca y pan recién salido de su horno. En la medida que la conversación transcurría, el asombro inicial que me produjo el encuentro, se fue convirtiendo en admiración y respeto por un hombre a quien el azar y la fortuna me habían colocado frente a frente, en esa tarde de abril. Me deslumbró no sólo su gentileza y sus dones de caballero, sino el brillo de su inteligencia y su dominio sobre los temas relacionados con Nariño, ya fuesen de su prehistoria, de su pasado colonial o republicano o de la propia actualidad.

Esa tarde aprendí muchas lecciones de carácter histórico, de interpretación sociológica y, sobre todo, una lección que marcó mi vida y que me llevó a concluir que la militancia en un partido político limita el análisis objetivo de los hechos, por la visión unilateral en la que se enmarca la exégesis de la realidad sociopolítica. Según mi interpretación, la militancia se convierte en una atadura para la libertad individual y para el desarrollo del espíritu humanista.

De ese día data mi admiración por don Emiliano Díaz del Castillo Zarama. Por eso cuando la Presidenta de la Academia me pidió que abriera esta exposición bibliográfica acepté el honroso ofrecimiento con la convicción interior de que se está rindiendo homenaje a un hombre preclaro de Nariño, a un hijo sobresaliente de esta tierra a la que él tanto amó y a la que dedicó la mayor parte de su vida.

Claro que la doctora Lydia Inés Muñoz me pidió un imposible, que yo no objeté para que no me quitara el encargo: me dijo que hiciera una disertación sobre la producción bibliográfica del doctor Emiliano. Digo imposible por cuanto no se puede resumir una producción tan prolija, que llega a 250 títulos de historia, 44 del campo económico social y 41 del religioso cultural. Esta cifra, de por si excepcional, solo hombres de su estatura intelectual, de su talante, la pueden alcanzar. Por eso, con la venia de la Sra. Presidenta, de mis colegas de la Academia, de los familiares de Don Emiliano y de los amigos aquí presentes, voy a hacer, tan sólo, una breve referencia de su primer libro, Economía del Departamento de Nariño y de una de sus últimas obras, Por qué fueron realistas los pastusos, publicado en el año 2005 en la colección Biblioteca Básica de Nariño, editada por la Gobernación.
La Economía del Departamento de Nariño, corresponde a su tesis de grado presentada a la Universidad Javeriana para obtener el título de doctor en Ciencias Económicas y Jurídicas. Fue publicada, en dos tomos, por la imprenta del Departamento en 1952. Tal vez la mejor síntesis de la valía de esta obra la encontramos en el concepto emitido por su presidente de tesis el distinguidísimo doctor Diego Tovar Concha, quien afirma:
“Después de un estudio muy detenido sobre el trabajo del señor Díaz del Castillo, me es grato en extremo manifestar a Ud. que sin exageración alguna se puede calificar de obra realmente excepcional.

En los cuatro lustros de vida del Venerable Claustro Javeriano en la segunda etapa de su meritísima labor docente, no hay seguramente muchas tesis de grado tan meritorias, científicas y acertadas como la que ahora comento.

El señor Díaz del Castillo, con criterio erudito, reposado y científico hasta el extremo, iniciando con cierta forma, la manera práctica de plantear todos los elementos que la moderna Economía requiere para salir del terreno meramente abstracto a lo concreto, aplicado y aplicable.

-Y agrega- (…) en adelante, quien desee conocer a fondo la economía de Nariño, quien desee formarse un criterio de cómo debe ser estudiada la realidad de la nación colombiana, tendrá que consultar y meditar la obra de Díaz del Castillo”.


En la década del setenta, cuando iniciaba mi interés por la historia regional, esta fue la primera obra que leí de su vasta producción. Por ello comparto plenamente lo afirmado por el doctor Tovar Concha en su elogioso concepto académico. Sin lugar a equívocos este libro tiene un valor singular en la historiografía regional. Considero, por su gran nivel, que está a la altura de obras maestras como Agustín Agualongo y su tiempo, de Sergio Elías Ortiz; Estudios históricos sobre la vida de Bolívar, de José Rafael Sañudo; Estudio socioeconómico de Nariño, de Milciades Chávez, solo para citar las que me vienen a la memoria en este instante.

Admirable que el joven Emiliano, de ese entonces, hubiese logrado una visión completa y profunda de Nariño en la cual, a partir de su visión geográfica, estudia en detalle la agricultura, la ganadería, la minería, el comercio e industria, las instituciones financieras, la propiedad raíz, las vías de comunicación y la carestía de la vida como fenómeno mundial, nacional y regional. Nos cuenta que Pasto, en el periodo de 1936 a 1951, era la ciudad en la cual la carestía de la vida tuvo mayor crecimiento de sus índices. Entre sus causas señala la carencia y mal estado de las vías, cosa que aún, después de medio siglo no hemos superado; la escasez de habitaciones, vale decir de vivienda; el aumento en el costo de producción, la influencia de la economía nacional, entre otras. En su discernimiento llama la atención que el análisis de la coyuntura no se limita, de manera estrecha, al acontecer parroquial; al contrario, su análisis parte del contexto nacional e internacional y de sus influencias en la región. Este sentido holístico le da mayor alcance a sus aportes.

El estudio termina con un importantísimo análisis de la evolución fiscal del Departamento, de sus rentas, de sus ingresos y egresos. Culmina con una interesante pregunta: ¿Por qué el presupuesto de Nariño es inferior al de otros departamentos? Y más interesantes resultan sus respuestas las cuales pueden sintetizarse, así:

“a) La falta de Industrias y Empresas departamentales que creen
al Fisco nuevas posibilidades de recaudo.

b) (…) durante el desarrollo de nuestra vida y a partir de la creación de Nariño, hemos sido mirados como poco más o menos por los Poderes Centrales (…) Mientras otros departamentos recibían del Estado inmensa y generosa ayuda para su desenvolvimiento económico, Nariño permanecía condenado a valerse de sus propias fuerzas; indudablemente este abandono tenía que pesar como ha pesado sobre el desarrollo de nuestras Rentas”.

c) El carácter agrícola de la economía que no genera las rentas que
genera la industria.

d) El tamaño de la población

e) La escasa utilización del crédito bancario, entre otras.


Todas las desgracias de la región, expresadas por Don Emiliano, para nuestro infortunio, no se han superado. En lo que va corrido de este siglo, por ejemplo, no se ha construido una sola obra significativa para nuestro progreso. Por ello termina su texto con una recomendación que tampoco ha perdido vigencia: “Mientras Nariño no tenga otros renglones rentísticos tiene que preocuparse por los actuales, estudiando su mejor organización y estableciendo un control efectivo para el recaudo y la lucha contra el fraude. Solamente con constante vigilancia y desvelado interés de los funcionarios del ramo de Hacienda podrán progresar nuestras rentas.”

De esta obra podemos concluir diciendo que, quien quiera conocer el desenvolvimiento de Nariño en sus primeros cincuenta años de vida, no tiene mejor fuente que el texto que estamos comentando.

Una de las mayores preocupaciones de todos los intelectuales de Nariño ha girado siempre en torno a la postura realista de los pastusos en la época de la independencia. Don Emiliano tampoco escapó a esta tentación. Hay razones suficientes para ello. Ahora quiero resaltar tan solo dos: primera, quedamos como los parias del país, con una clase dirigente políticamente derrotada y sin voz ante los poderes centrales; esta es, sin duda, una de las causas que explican el abandono por parte del poder central. Segunda, quedamos ante la faz del país como unos fanáticos realistas enemigos de la libertad y por ello objeto de escarnio tanto de los líderes patriotas como del resto de la población. El doctor Emiliano, con el propósito de explicar el por qué de esta postura ante un acontecimiento tan definitivo, escribió Por qué fueron realistas los pastusos. En las primeras páginas consigna los motivos que tuvo para escribirlo. Dice:
“En mi vida de estudiante escuché al principio con sorpresa, luego con inocultable disgusto y siempre con el sentimiento herido, las frases que la ignorancia hizo pronunciar contra Pasto por la actitud de sus hijos en los tremendos días de la Guerra de Independencia.

El amigo formulaba amigable interrogante: ¿Por qué fueron realistas los pastusos? Otros se referían a esos hechos con reproche y ofensas: Los pastusos fueron traidores, enemigos de la libertad, defensores de la esclavitud y la tiranía.

El gentilicio ‘pastuso’ llegó hasta nosotros con el sentido despectivo de la época de la emancipación, conllevaba un reproche, un desprecio que se destacaba por el tono con que se pronunciaba el vocablo, era el desquite de los descendientes de los derrotados.”

Don Emiliano, en esa introducción interpreta, de manera cabal, a todos los nariñenses y, de manera particular, a los pastusos. Quién de nosotros no ha sentido rabia y desazón cuando se burlan del ‘pastuso’; quien de nosotros no ha sentido rabia y desazón cuando los gobiernos hacen inversiones de magnitud en los denominados polos de desarrollo y a regiones periféricas como la nuestra nos contentan solo con migajas.

En el texto del doctor Emiliano hay una tesis por demás interesante. Entre las causas que motivaron la posición realista afirma: “Pasto luchó por SU libertad e independencia del yugo que la hacía depender de Quito y Popayán, ese propósito –agrega- dio origen a la tesis de la libre determinación de los pueblos (…) Pasto, aspiró siempre a sacudir la tradicional dependencia de Quito y Popayán, que soportó a más no poder desde la conquista. El fin que Quito, Cali y Popayán perseguían con la guerra, no ofreció a Pasto esa SU anhelada independencia, todo lo contrario, la amenazó con prolongar de manera indefinida el humillante tutelaje.”

Me pregunto, y lo digo aún con cierto temor, ¿no será que esta tesis autonomista en la cual el doctor Emiliano insiste para aquella época aciaga, sigue aún vigente? Creo que el trato humillante, reflejado en la nula inversión de equipo básico para nuestro desarrollo, ha llevado a más de uno a volver a pensar en la autonomía.

El doctor Emiliano, en su libro, hace un exhaustivo análisis de las causas del realismo pastuso. Parte de la enseñanza misma de la historia de la cual los pastusos aprendieron que siempre y en todos los lugares los rebeldes fueron derrotados y triunfaron los leales. Recuerda los casos de Gonzalo Rodríguez, en Pasto; de Tupac Amaru en Perú; de José Antonio Galán y los Comuneros del Socorro y San Gil y de los líderes de los movimientos de Guaytarilla y Túquerres.
También señala, en su explicación, el convencimiento de la bondad de los principios monárquicos al compararlos con otros sistemas como el republicano cuyos postulados, por demás, desconocían. Aquí no hubo líderes que los propagaran –nos dice don Emiliano- Don Tomás de Santacruz que conocía las consignas de la Revolución Francesa de Igualdad, Fraternidad, Legalidad, miraba ese acontecimiento como algo negativo por la cantidad de sangre que había corrido en su desarrollo.

No había condiciones objetivas para que los pastusos asumieran una posición libertaria. El convencimiento del origen divino del poder, que le había otorgado estos bastos territorios a los monarcas españoles; el respeto al juramento; el temor por la pérdida de valores; la equivocada política de los republicanos; las amenazas y violencias de los libertadores son, entre otras, las causas que le dieron sustento al realismo.

Destaca, como algo sustancial “el valor de la gente de Pasto para afrontar los desafíos de la guerra, fue ejemplar, llegó algunas veces a ser temerario. Esas reiteradas manifestaciones de heroísmo no se encuentran similares en América”.

El libro termina con un capítulo de conmovedora y patética realidad: la ingratitud con Pasto. Dice el doctor Emiliano que “Pasto tuvo mala suerte en la guerra de Independencia: fue objeto de reiteradas amenazas, contradicciones y engaños de los republicanos y sufrió el incumplimiento de las promesas y halagos de los realistas; ni unos ni otros hicieron honor a su palabra”.

El texto, que es de los más eruditos y documentados que se ha escrito sobre el tema, a más de su importancia intrínseca, tiene un valor agregado: una colección documental muy útil para los interesados en el tema. Éste, como todos sus textos, son una auténtica contribución al desarrollo de la historia regional.

Para finalizar quisiera mencionar, al menos, los textos que a mí, personalmente, me parecen esenciales:
♣ Dos libros dedicados a Agualongo, Agualongo. Sus restos publicado en 1982 y El caudillo. Semblanza de Agualongo, 1983. En el primero hace una investigación completa para demostrar que los restos de Agualongo que reposaban en Popayán eran, en realidad, auténticos. En el segundo hace un enjundioso perfil del héroe regional.

♣ Cultura prehispánica nariñense, 1985. Dedicado al escrutinio del desarrollo de los pueblos que moraron en estos territorio antes de la llegada de los españoles.

♣ San Juan de Pasto siglo XVI, publicado con motivo de la
conmemoración de los 450 años de Pasto (1987). En él se hace
un profuso estudio de la fundación de Pasto y de sus primeros
años de vida

♣ Belalcázar cofundador de Santafé de Bogotá, 1988.- En este texto sigue, día a día, la travesía de Sebastián de Belalcázar desde Quito hasta Bogotá en donde llega, casi al tiempo, con Gonzalo Jiménez de Quesada, su descubridor.

♣ Testimonio del Acta de Independencia de Cali, 1990. Se trata de
un verdadero aporte al acerbo documental de la época de la
independencia y del pensamiento del cabildo de esa ciudad en el
cual reitera la fidelidad al Monarca español, caído en desgracia
por la invasión de Napoleón a la Madre Patria. Su texto,
generosamente donado por don Emiliano a la Academia de Historia
del Valle, no fue bien recibido por sus integrantes quienes le
comunican la decisión de “no reconocer dicho documento como
‘testimonio del 3 de julio’ (…) porque de ninguna manera aflora en él
el espíritu de emancipación que animó al Cabildo de esta ciudad”.
Cali era considerada la cuna de la libertad y, en esa acta, lo que se
reafirmaba era lo contrario. Sin embargo en el texto escrito por
don Emiliano, se exalta la figura del prócer vallecaucano Don
Joaquín de Caycedo y Cuero, adalid del movimiento de la
independencia en aquella comarca.


♣ Muy útiles para los investigadores me parecen los dos tomos publicados por la Academia Colombiana de Historia en 1995 que contienen las actas del cabildo de Pasto de 1561 a 1569, el primer tomo, y de 1573 a 1579, el segundo.


Permítanme un breve colofón. Los actos programados para el día de hoy, por la Academia Nariñense de Historia, con motivo de cumplirse el primer mes del fallecimiento del doctor Emiliano Díaz del Castillo, tiene como propósito el de enaltecer su memoria, de reconocerlo no solo como uno de sus miembros más esclarecidos, que le dio lustre a nuestra institución, sino de ver en él el paradigma del nariñense de su época: orgulloso de sus ancestros, defensor acérrimo de sus principios, tolerante, comprometido como pocos con el engrandecimiento de nuestra región, brillante en el debate público, escritor magnífico y, sobre todo, caballero a carta cabal.

Su principal legado, su pensamiento, está en sus escritos, con la seguridad de que ellos jamás perderán vigencia y que son fuentes insustituibles para conocer esta bella y fecunda comarca, a la que tanto queremos y por la cual vale la pena luchar hasta el sacrificio. La vida de don Emiliano Díaz del Castillo Zarama es un ejemplo digno de emular. Su huella, fue una huella fecunda para su familia y la sociedad.

Pasto, marzo 3 de 2009.

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